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Las acciones tecnológicas chinas están experimentando una presión a la baja a medida que el escepticismo de los inversores, originado en Wall Street, con respecto a la rentabilidad de la inteligencia artificial, coincide con la persistente debilidad de la economía interna de China. Este doble impacto ha agriado el sentimiento del mercado y ha generado preocupación sobre las perspectivas de crecimiento a corto plazo del sector.